¿Sentís que sos consistente con la crianza de tus hijos y les ofrecés opciones saludables, para que luego insistan en que sólo quieren comer “alimentos” nutricionalmente vacíos como galletitas, harinas, azúcar, yogures, papas fritas, por citar algunos ejemplos? ¿Te agarrás la cabeza pensando que cuando ellos rechazan la comida saludable están generándose a sí mismos problemas de salud? ¿Cuándo entra en acción el instinto de supervivencia? ¿Cuándo se darán cuenta sus cuerpos de que no pueden sobrevivir negando las proteínas saludables, las grasas y las verduras? ¿Qué hacemos nosotros mientras tanto?
Primero: entender que hay trillones de microorganismos en su cuerpo haciendo estas decisiones por él/ella. Justamente porque el equilibrio de las bacterias, en especial en el intestino, juega un papel decisivo en dictar lo que ellos (y nosotros) anhelamos comer. Las bacterias balanceadas sanas esperan una dieta sana y equilibrada. Un desequilibrio de las bacterias patógenas envía señales al cerebro, a través del torrente sanguíneo, exigiendo su alimento preferido: almidón, azúcar y otros carbohidratos.
¿Por qué es tan importante el intestino?
Nuestro intestino -donde digerimos los alimentos- regula la mayor parte de nuestro sistema inmunológico, y es mucho más importante de lo creemos. Normalmente está poblado con un equilibrio fuerte de buena flora intestinal (microorganismos – levaduras, hongos y bacterias), y recubierto por tejido sano con vellosidades intestinales, que trabajan con la flora intestinal para extraer los nutrientes necesarios de los alimentos y enviarlos a través de la pared intestinal, hacia el torrente sanguíneo. Estas vellosidades mueven los alimentos a lo largo del tracto digestivo, los rompen en pedazos más pequeños para que se puedan extraer los nutrientes, y secretan las enzimas necesarias para descomponerlos. Las bacterias en nuestro intestino recubren sus paredes, pre-digieren la comida y evitan que los alimentos pasen a través de ellas sin que primero se descompongan lo suficiente. Esta flora intestinal es también una gran parte de nuestro sistema inmunológico. Cuando nuestro intestino no es saludable, las vitaminas y minerales no son capaces de ser extraídos en forma correcta; el cuerpo es incapaz de desintoxicarse con normalidad, y el sistema inmunológico no funciona como debería. De hecho, las bacterias patógenas envían señales químicas al torrente sanguíneo a través de la pared intestinal, como parte de su proceso metabólico, que luego llegan al cerebro. Cuando son miles de millones las “bacterias malas” que están en modo de supervivencia, pidiendo a gritos azúcar y harina (lo que necesitan para subsistir), en ese momento ahogan el instinto de supervivencia de los niños para consumir alimentos saludables.
¡Y por eso es tan difícil hacer dieta! No es sólo una cuestión de “comer esto y luego parar”. Hay señales químicas en el cuerpo diciéndote qué comer. Con este conocimiento, podemos estar mejor equipados para tratar estos antojos y las aversiones a los alimentos saludables.
¿Cuáles son los métodos que nos proponen habitualmente para revertir la alimentación de niños selectivos?
- Ofrecer opciones saludables; por ejemplo: considerar que está bien si sólo comen manzanas para la cena, incluso si esto significa que se despierten en el medio de la noche con hambre.
- Permitirles comer lo que quieren, siempre y cuando sea “enriquecido con vitaminas” (como cereales o yogures).
- Dejar que los niños sean niños y esperar que crezcan
- Dar grandes discursos sobre por qué necesitan comer una dieta equilibrada.
- Exigir que coman lo que se sirve, y continuar sirviéndolo hasta que se lo coman.
A mi nada de esto me funcionó. ¿A ustedes?
¿Qué podemos hacer si estas estrategias no funcionaron?
Antes que nada, es fundamental entender que en el caso de un niño selectivo, y para comenzar a tratar esa selectividad, lo primero que se necesita es sanar la flora intestinal y reducir la inflamación sistémica que a su vez afecta al cerebro y, por la tanto, la conducta. Reducir al máximo el consumo de lácteos industrializados, azúcar y gluten es lo que más a menudo alivia la selectividad a un nivel manejable, sumado a algunos otros cambios de hábitos que podemos implementar. En mi experiencia, una vez que se realizan estas modificaciones los niños que comían sólo unos pocos alimentos, al cabo de unos pocos días comienzan a probar más variedad.
- Eliminar lácteos industrializados. Si tenemos a nuestro alcance lácteos provenientes de ganadería biológico-dinámica se pueden volver a incorporar después de unos días lácteos fermentados como yogur natural, kéfir de leche o quesos duros o semiduros, manteca o ghee por ejemplo, son una buena opción.
- Reducir el consumo de alimentos inflamatorios como harinas blancas o integrales, azúcares, cereales y alimentos industrializados con conservantes y colorantes.
- Incluir en la dieta Probióticos o alimentos fermentados. Si es la primera vez que lo escuchan, me refiero a alimentos con probióticos naturales producto de la fermentación: sauerkraut/chucrut no pasteurizado, kimchi, kefirkraut, kéfir, miso orgánico, nato, yogur natural sin azúcar de origen biodinámico. Cuando consumimos vegetales fermentados nuestros cuerpos no sólo se benefician de los probióticos vivos en ellos, sino que también aprovechamos mejor las vitaminas y minerales presentes en los alimentos con los cuales lo acompañemos aumentando su biodisponibilidad.
- Incluir prebióticos, la comida preferida de los probióticos. Por ejemplo, papa y arroz fríos (almidones resistentes), puerro, apio, espárragos, cebolla cocida, ajo y bananas (no muy maduras, más bien verdes).
- Evitar los colorantes a Relacionados con hiperactividad, cáncer, e incluso problemas reproductivos.
- Eliminar de la dieta los edulcorantes artificiales y reducir los endulzantes naturales al mínimo. El problema puede estar en los edulcorantes que alimentan las levaduras y otras bacterias patógenas que habitan el intestino; también porque desplaza el consumo de proteínas saludables, grasas y verduras. Los edulcorantes hechos en un laboratorio no se han probado a largo plazo, y pueden estar relacionados con el cáncer, la interrupción del desarrollo del cerebro de los niños, los trastornos del aprendizaje y los trastornos emocionales y mentales. Sustituto: miel puede ser utilizada en los mayores de 2 años o azúcar no refinada como la mascabo en pequeñas cantidades, pero reducir los consumos dulces es aún mejor.
- Eliminar los productos que contengan jarabe de maíz de alta fructosa (JMAF) producido con semillas GMO (modificados genéticamente). Este ingrediente se utiliza en productos altamente procesados por su bajo costo, en reemplazo del azúcar. Daña el cuerpo porque se hace con cepas genéticamente modificadas de las cuales todavía no conocemos los efectos secundarios a largo plazo, y se procesan hasta que son almidón y azúcar simple – no contienen los oligoelementos encontrados en el alimento verdadero que son necesarios para que el cuerpo funcione en forma correcta; por lo tanto, incluso si se consumen suficientes calorías, el cuerpo seguirá teniendo hambre de nutrientes y luchando para funcionar bien pidiendo más.
- Evitar los aceites vegetales hidrogenados: aceite de maíz, girasol, canola, margarina, por ejemplo. Los aceites vegetales poliinsaturados (exceptuando oliva y coco) no son semillas prensadas; son productos altamente procesados que pasan por muchos procesos químicos hasta llegar a la góndola: solventes, ácidos y tratamientos para el sabor y el olor. Suelen partir además de semillas modificadas genéticamente. La hidrogenación crea grasas trans, que se ponen rancias y demandan una necesidad mayor de antioxidantes a nuestro organismo.
- Si consumimos granos y legumbres cocinarlos en forma apropiada con su remojo previo correspondiente. Esto es porque los granos y legumbres contienen antinutrientes, sustancias perjudiciales para el ser humano que deben ser transformados con el objetivo de evitar problemas de salud. Si bien protegen a las semillas o cereales de los insectos, hongos, plagas y permiten garantizar las condiciones para su germinación, pueden producir diversos problemas nutricionales si se las consume en forma regular, ya que disminuyen o impiden nuestra capacidad para asimilar los nutrientes del propio alimento. Cereales (harinas, arroz, mijo, trigo, cebada, quinoa, etc.) y legumbres (lentejas, garbanzos, porotos, etc.) deben ser remojados, cocinados y/o fermentados adecuadamente, ya que de lo contrario pueden conducir a diferentes trastornos intestinales (inflamaciones, gases, colon irritable), problemas de absorción de nutrientes y alergias. Entre los antinutrientes, encontramos al ácido fítico, oxalatos, taninos, inhibidores enzimáticos, lectinas y gluten, entre otros. Un claro ejemplo de esto es el consumo habitual de tartas, empanadas, budines, galletitas, incluso pan integral y demás derivados del trigo o del centeno elaborados con levadura química en vez de masa madre o fermentación natural. O, peor aún, el consumo de pastas secas, arroz yamaní o integral y de “granolas”, donde se suma a los antinutrientes el problema del consumo de almidones mal cocidos.
- Incluir caldo de huesos en la dieta. Su alto contenido de colágeno contribuye a sanar el tracto intestinal.
- Concentrarse en ofrecer alimentos de alta densidad nutricional. Por ejemplo: yemas de huevo, hígado y otras carnes de órganos, algas, hongos, kale, frutos rojos, arándanos.
- Beber agua filtrada. Y evitar el agua con cloro que puede evitar la proliferación de bacterias buenas.
- No comer entre comidas. De esta manera nuestro sistema digestivo funciona mejor y los niños llegan con hambre real a la comida. No necesitan estar picando constantemente.
- Dar el ejemplo. Si los adultos en casa comen sano los niños van a poder hacerlo. Si en casa solo hay disponibles comidas o productos símil alimento poco nutritivos va a ser más difícil incorporar los cambios.
- Incluir a los niños en las compras siempre que sea posible, y cocinar en casa. La comida casera es la mejor manera de asegurarnos de que todos los ingredientes sean los mejores y además es una gran ayuda para el presupuesto familiar.
- No usar la comida como herramienta de negociación.
- Servir la comida en partes. Si lo que suelen preferir por ejemplo no es la verdura, servirla primero y no hacer un drama si no la comen, no venderle los alimentos por sus propiedades nutricionales si no lo preguntan.
Evitar los antibióticos a menos de que sean absolutamente necesarios. Los antibioticos son una intervención que cuando es necesaria puede salvar vidas pero el uso excesivo de antibióticos ha dejado a las madres de ésta generación y a sus hijos con una pobre flora intestinal y muy vulnerables a ser colonizados por bacterias patógenas. Los antibióticos dañan la flora intestinal normal, que deja tu cuerpo expuesto para desequilibrarse con levaduras patógenas, bacterias y otros microorganismos. Los antibióticos también crean super bacterias. Cuando se utilizan en exceso, las bacterias que una vez respondieron a ellos rápidamente se vuelven más resistentes. Después de haber tomado antibióticos, en un caso de extrema necesidad, es importante reponer la flora intestinal para ayudar a prevenir lo que se denomina infección secundaria y otras condiciones como la proliferación de hongos como la candida.
Intestino sano, niño feliz
Aunque ciertamente hay muchos factores que influyen en el comportamiento de un niño, la evidencia científica que reunimos sobre este tema sugiere que la microbiota intestinal puede jugar un papel importante. Cultivar una flora intestinal saludable para los niños no sólo mejorará seguramente su comportamiento a corto plazo, sino que también reducirá la posibilidad de problemas de salud más adelante en la vida. Una microbiota diversa tiende a ser una microbiota saludable. Una dieta diversificada y densa nutricionalmente proporciona los sustratos para obtener una amplia gama de microbios, que pueden apoyar su salud y prevenir que ganen terreno poblaciones de bacterias no deseadas.
Muchas personas encuentran que sus antojos disminuyen de manera sustancial después de adoptar una dieta rica en nutrientes y baja en productos industrializados durante varios meses. Esto es probablemente mediado por un cambio en su salud intestinal.
Seguramente al leer esto piensen: “Mi hijo nunca comería esas cosas” o “Se va a morir de hambre”. Por eso, primero créanlo ustedes como padres para que ellos puedan creerles, y recuerden que nadie sufre problemas de salud por falta de pan, caramelos o fideos. Entonces, si lo que está disponible es saludable y lo pueden sostener el tiempo suficiente como para que haya un cambio en las bacterias malas que piden estos alimentos, van a ver modificaciones paulatinas en la variedad que se animan a probar aunque no todas les gusten (no tienen que gustarle todas las verduras verdes de un día para el otro, tengamos expectativas realistas).
Como se vuelven selectivos los niños
En la mayoría de los niños, la flora intestinal anormal fue heredada de sus madres y padres desde el nacimiento (nada de qué sentirse culpables, puede pasar). Los bebés nacen con un sistema inmune inmaduro, y la flora intestinal normal debe establecerse en aproximadamente los primeros 20 días de vida durante el viaje a través del canal de parto y la lactancia. La flora intestinal juega un papel crucial en el desarrollo apropiado del sistema inmune del bebé. La mayor parte de nuestro sistema inmune se encuentra en el intestino delgado en el tejido linfático llamado Peyer’s Patches, con un ejército de buena flora intestinal que vigila. Por lo tanto, si el bebé heredó una flora intestinal anormal o se perdió el viaje a través del canal de parto o la lactancia, este sembrado inicial de bacterias beneficiosas no sucede. Como resultado, probablemente adquirieron una infección tras otra y se les recetaron antibióticos cada vez. Cada curso de antibióticos eliminó parte de su flora intestinal, lo que debilitó aún más su sistema inmunológico. Un intestino que funciona bien se asegura de que estemos bien nutridos y protegidos de los contaminantes ambientales. La flora intestinal saludable es un gran productor de vitaminas B, vitamina K2 y otros nutrientes. Cuando la flora intestinal de tu hijo es anormal, no puede digerir y absorber los alimentos adecuadamente y termina con múltiples deficiencias nutricionales. El metabolismo mineral también es esencial para la salud intestinal, pero es muy complejo. Para que el cuerpo absorba minerales, necesitamos flora intestinal, y para que el cuerpo use los minerales de manera apropiada, necesitamos vitaminas solubles en grasa. Las vitaminas A, D y K liposolubles son necesarias para el crecimiento y desarrollo normal y también tienen una gran demanda para tratar la toxicidad, por lo que puede no haber suficiente para todos. Dado que vivimos en un mundo que solo ahora está superando lentamente la fobia a la grasa, muchos de nosotros hemos estado limitando el consumo de grasa para nuestros niños desde una edad muy temprana, lo que agrava esta situación. La mayoría de las dietas de eliminación y reparación son ricas en grasas naturales, mínimamente procesadas, que estimulan la producción de bilis y la excreción en el duodeno (el primer segmento del intestino delgado) en cada comida. Si bien es posible que la vesícula biliar vuelva a funcionar de manera óptima para la digestión de las grasas, toma tiempo. Como resultado de todos estos factores (epigenética, ambiente prenatal, antibióticos y absorción de nutrientes), tu hijo terminó con una flora intestinal muy anormal y una inmunidad comprometida. La flora intestinal anormal daña el tracto gastrointestinal y causa problemas digestivos, como cólicos, diarrea, estreñimiento, reflujo e hinchazón. La dieta en el incio de la alimentación complementaria típica que se basa en granos procesados y leche procesada que alimentan los patógenos en el intestino, empeorando la situación. A medida que la pared intestinal se daña, los niños desarrollan alergias e intolerancias a los alimentos y otras sustancias. Finalmente, la toxicidad que se origina en el intestino invade el cerebro y otros órganos del cuerpo.
Cuando el intestino de su hijo está dominado por flora oportunista o transicional (bacterias malas dicho mal y pronto), su pared intestinal comienza a dañarse. Las células intestinales nuevas, llamadas enterocitos, no nacen tan a menudo como deberían ser, y las que nacen están deshabilitadas y no pueden hacer su trabajo de manera eficiente. A estos enterocitos les faltan las enzimas que realizan los últimos pasos en la digestión de los alimentos, lo que perjudica su digestión y absorción. La estructura de los cambios en la pared del intestino de tu hijo y las enfermedades pueden aparecer, lo que lleva a malabsorción, deficiencias nutricionales e intolerancias alimentarias. ¿Suena familiar? Los patógenos y las toxinas que producen dañan las células del intestino de tu hijo y abren los espacios entre ellas, uniones estrechas. Las uniones estrechas son donde los enterocitos se “pegan” estrechamente entre sí, evitando que los alimentos pasen entre ellos. En cambio, la comida se toma dentro de los enterocitos y se analiza, y luego lo que es útil se deja pasar al otro lado del torrente sanguíneo. Las uniones estrechas están formadas y mantenidas por proteínas muy especiales, que son como pegamento. Desafortunadamente, muchos microbios patógenos en la flora intestinal anormal producen toxinas que disuelven el pegamento y abren las uniones estrechas. El intestino se vuelve poroso y gotea, y las sustancias que no deben pasar a través de la pared intestinal se dejan pasar. Luego, el sistema inmunitario de tu hijo encuentra estos alimentos parcialmente digeridos en la sangre, no los reconoce como comida y los ataca. Así es como se desarrollan las alergias e intolerancias alimentarias. Entonces, no hay nada malo con la comida; es el revestimiento del intestino dañado lo que causa este fenómeno. Las alergias e intolerancias alimentarias pueden manifestarse como muchos síntomas en el cuerpo, desde dolores de cabeza y comportamiento anormal hasta artritis, y la reacción puede manifestarse inmediatamente, en unas pocas horas o en algunos días. A medida que estas reacciones se superponen entre sí, se vuelve imposible para vos saber a qué reacciona su hijo en un día determinado.
Cómo funciona el plan de recuperación.
Ahora, veamos qué sucede cuando comienzas a centrarte en curar y sellar el revestimiento intestinal de tu hijo, y comenzas a revertir todo este daño. A medida que la flora intestinal se normaliza, produce cada vez menos toxinas, por lo que disminuye el nivel de toxicidad en el cuerpo de tu hijo. A medida que el revestimiento del intestino comienza a cicatrizar y sellar, comienzan a digerir los alimentos adecuadamente antes de absorberlos, por lo que las alergias e intolerancias a los alimentos desaparecen. Se restaura toda su función digestiva, por lo que las múltiples deficiencias nutricionales y sus síntomas desaparecen. A medida que se nutren mejor, su sistema inmunitario se equilibra, lo que elimina la base de las alergias y la autoinmunidad en el cuerpo; en lugar de atacar sus propios tejidos, su sistema inmune comienza a eliminar eficazmente patógenos como cándida, virus y bacterias del cuerpo.
fuentes:
https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/23590704
https://cspinet.org/resource/food-dyes-rainbow-risks
https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/22562034
https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC1964906/
https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/6152304
https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/16129618
https://www.ucsf.edu/news/2014/08/116526/do-gut-bacteria-rule-our-minds
http://onlinelibrary.wiley.com/doi/10.1002/bies.201400071/abstract